domingo, 25 de abril de 2010

cuento corto con 2 finales.

El niño había practicado natación durante dos años. A él le encantaba nadar; la sensación de hundirse en el agua conteniendo la respiración le parecía muy agradable. Estaba tan ansioso porque llegaran las vacaciones. Ese verano sus padres y él irian a la playa y el conocería el mar y podría nadar con los peces.
¡Camilo! ¡Cami! Escuchaba la voz de su madre distorcionada por el agua llamandolo. El niño sacó la cabeza del agua y vio a su madre que estaba esperandolo. Salió de la piscina y le sonrió, fue a cambiarse de ropa para abrazarla y que se fueran juntos a casa.

Las vacaciones llegaron y el niño y su familia fueron a la playa. El niño se ponía su traje de baño y sus gafas para natación todos los días y salía temprano a la playa a jugar con los pecesitos, él nadaba lo más cerca de ellos que podía y se reía y retozaba, le encantaban sus coleres, sus colas y aletas y la agilidad y naturalidad co que nadaban. Él tenía la esperanza de encontrar el reino de las sirenas bajo el mar o por lo menos poder tocar los peces en algún momento pero ellos siempre se escapaban.
Un día vio un banco de peces de colores asombrosos que nadaban cerca suyo y nadó lo más rápido que pudo, le parecían tan bonitos, grandes y brillantes que estuvo seguro se que si los seguía ellos lo llevarían al fabuloso reino de las sirenas. Los siguió muy lejos y muy profundo, ignoró el dolor en sus oidos, contuvo la respiración y se aventuró a las profundidades del mar junto con el banco de peces.

1.Por un momento el pequeño niño sintió que se ahogaba y empezó a nadar hacia la superficie pero pronto sintió que ya no lo necesitaba y bajó la mirada. Estaba justo sobre una ciudad sumergida, alrededor las sirenas entraban y salían de su visión. Todas eran hermosas. Ellas le ofrecieron una vida bajo el mar y una cola de pez y el aceptó y se quedó con ellas toda la vida.

2.Días después de angustia para sus padres, el mar llevó a la orilla el cuerpo del niño descuidado que había perseguido a los peces más lejos de lo que debía. Se había ahogado. Ya nunca podría encontrar sirenas.

domingo, 18 de abril de 2010

MOI MOI MITÄ KUULUU?

El gatito Arándano se acurrucaba en el alfeizar de cada ventana que veía abierta siempre que hacía sol, miraba al mundo, a todo el mundo con grandes ojos curiosos, todo el mundo pasaba debajo suyo apurado o tranquilo pero no se quedaban mientras el estaba quieto por horas y horas hasta que el Sol se escondía, como si el fuera la Estrella Polar del día. Cuando llovía, Arándano bajaba su cola y sus orejas, triste.
Sus dueños no entendian porqué no había crecido más si no había estado enfermo nunca de cachorrito.
El niño de la familia le había puesto el nombre al animal, sus padres todavia no se explicaban de donde había sacado ese nombre a los tres años si nunca había comido arándanos.

El felino solía saltar al teclado de los computadores de sus dueños siempre que ellos necesitaban escribir algo, era su otro pasatiempo. El niño de la familia a veces se preguntaba si sentia agradable tener una cantidad de teclas bajo él o si sólo lo hacía para llamar su atención y pedir que lo mimaran.
Un día el niñito consiguió una amiga, la invitó a su casa y ella fue. Charlaron un rato entonces llegó Arándano, ella lo sostuvo en sus brazos y lo mimó un rato.
-¿Cómo se llama? -. Ella preguntó
-Arándano -. Respondió el niñito.
-Que nombre tan masculino para una gata.
-¿Gata? -. Preguntó el niño sorprendidisimo.
-Sí, y está embarazada.

miércoles, 14 de abril de 2010

Encuentra un hada que pueda mentir, haz una capa tejida con luz de estrellas y una copa llena de miedo. Cuando le des tres vueltas al océano y consigas ver un brillo de felicidad en los ojos de un recién nacido, allí encontrarás a la mujer perfecta, luego toma una tren al sur del mundo y averigua como son las auroras boreales allí. Vuelve aquí. Muestrame tus manos limpias de engaños, tu corazón rojo y perfecto que nunca haya sufrido por amor. Si en tu viaje encontraste la personificación de la perfección ¿Para qué volviste?

Corazón al mar

(obviamente yo no sé nada de vikingos, vamos a hacer de cuenta que era algo así)

"Yo crecí junto al mar y jugué bajo el sol".
Hoy el amanecer el agua se tiñe de rosa, el viento sopla desde el norte y las velas se hinchan; el agua sabe a sal, el aire huele a sal.
Ahora el Sol brilla sobre nuestras cabezas, es enceguecedor. Estamos a merced de Njörd... cada día de nuestras vidas. Nuestro corazón le pertenece al mar. Elegí una vida sobre las aguas interminables, un trabajo digno y con mucha diversión.


lunes, 5 de abril de 2010

A veces

De vez en cuando me gustaría ser tu cuento de hadas; tu sirena de cola aguamarina y cabello púrpura. Bajo el mar todos los seres son vulnerables menos los acuáticos mientras los terrestres junto a ellos les gustaría retozar.
A veces quisiera ser los ojos grises que te hagan temblar de frío, el espejo insondable de tu arrogancia. Ser la escultura que creaste y amaste, mi vida, un regalo de los dioses para ti.
O ser tu sueño inalcanzable, de dulces aromas frutales, ser los azules del amar, ser el color del ébano o del carbón. Ser la piedra turquesa de tus ojos.

No soy nada de eso.
Ni tu arrogante reflejo del rostro afilado enmarcado por largos cabellos negros. Ni tu intelecto privilegiado y futurista. No soy tu sueño ni nada tuyo, sólo una simple mortal. No puedo hacer nada para cambiar mi condición de criatura humana y por esa razón carezco de tu atención.

domingo, 4 de abril de 2010

Le Petite Fille - Un Cuento




(obviamente yo no sé nada de vikingos, vamos a hacer de cuenta que era algo así)

La pequeña niña salió temprano de su casa a recoger bayas en su canastita, sus rubias trenzas se destacaban sobre el campo de campanillas azules y el sol brillaba en sus ojos azules, tan azules como el mar que nunca había visto.
Se adentró en el bosque frondoso donde había ido antes con su hermano a recoger bayas para que su madre cocinara; se puso un poco nerviosa porque no reconoció el camino por el que iba y por la oscuridad de ese día de otoño, pero, sin pensarselo mucho, avanzó. En algún momento, se enteró que el camino por el que había estado saltando tan alegremente ya no estaba. Se detuvo y miró atrás, pero no vio de nuevo el camino, ni siquiera a lo lejos. Intentó volver sobre sus pasos pero sólo consiguió internarse más en el bosque.

Se detuvo con ansiedad en su corazón. Llegó a pensar que estaría perdida por siempre. Apoyó la espalda en un árbol y se retiro rapidamente, sangrando por un par de heridas pues el árbol tenía algunas espinas. Se tocó las heridas y se tragó un llanto que sabía inutil, nadie la escucharía desde allí.
La pequeña pensó por un rato, y decidió marcar su camino con un palo que hiría arrastrando por la tierra suave y de esa forma, si tenía que hacerlo, volvería a ese lugar donde su padre podría encontrarla más facilmente y luego, orgullosa de su inteligencia siguió caminando, buscando un camino o las bayas (lo que encontrase primero) y procurando mantener limpio el vestido que con tanto amor su madre le había cosido.

Después de haber caminado durante mucho tiempo, el niñita se sintió cansada y hambrienta y se sentó en una piedra a descansar un ratito. Rápidamente y sin poder evitarlo, se durmió. Frías y gruesas gotas de lluvia la despertaron, se sintió enojada por la manera tan repentina de despertarse y justó en ese momento empezó a llover más fuertemente, se levantó y vio que el camino que había marcado se había vuelto barro y se confundía con el resto de la tierra, esto la hizó enojarse mucho más, pero por poco tiempo, porque decididamente, arrojó el palo lejos y siguió caminando, con su canastita en en la mano. Sus zapatitos, medias y el borde de su vestidito se llenaron de barro, se rompieron sus mangas y se hizo rasguños cuando golpeaba las ramas más bajas de los árboles y su estómago rugía de hambre pero la niña, muy valientemente siguió camiando por el bosque.
Llegó un momento en que los árboles estaban tan cerca unos de otros que si no fuera tan pequeña hubiese tenido muchos problemas para pasar puesto que no tenía la fuerza suficiente para romper las ramas. Siempre estuvo atenta a un los árbustos, pero con frutos, no encontró ni uno.

Se desesperó, se hizó un nudo en su garganta y lágrimas saladas resbalaron por sus mejillas sonrojadas. Pero pensó: "Una niñita tan grande como yo no debe afligirse ni llorar por tonterías. Mi padre vendrá a buscarme pronto, cuando se preocupe por mí... y eso será muy pronto". Ella se animó con esas palabras, se limpió las lágrimas y las gotas de lluvia con el vestido y caminó algunos metros más con cierta dificultad por el estado del suelo.
La niña vio a lo lejos unos árbustos con bayas de color ámbar y su estómago le obligó a correr hacía ellos. Sus pies se hundieron en el pantano pero no le importó porque sus deditos arrancaron una mora ártica justo en ese momento y se la llevó a la boca. Era agría y esto tampoco le importó no le importó, tenía mucha hambre, arrancó más y más y se las comió, apenas estaba poniendo en su canastita la primera mora ártica cuanto escuchó un rugido furioso muy cerca del lugar donde estaba. La niñita dio un gritito ahogado y dejó caer la canastita. Se agachó y en su prisa por esconderse cayó de espaldas entre árbustos y matorrales.

En cuanto abrió los ojos se encontró con unos ojos verdes enojados a unos centímetros de los suyos. El hombre de los ojos verdes se alejó de ella tan rápido como había llegado.

-Yo... yo... -. Sólo atinó a balbucear la niña.
-Creí que eras un enemigo. Un gran heroe buscando en momento para atacar o un cobarde bandido buscando la oportunidad para apuñalarme y privarme de gozar la existencia en el Valhalla -. El hombre, extendió la mano hacia la pequeñita y de un tirón la puso de pie. Ella se sacudió el vestido con toda la dignidad que pudo.
-Sólo vine a buscar bayas para que mi madre prepare ricas comidas, señor -. Le dijo mirandolo a los ojos. Era un hombre muy alto y grande, de cabello rojo, largo y enmarañado, tenía la barba trenzada y vestía con pieles y llevaba puesta una armadura.
-Eso parece -dijo el hombre pero mirando a su alrededor-. Pero un vikingo nunca puede descuidarse, puede haber enemigos por todas partes -sus hombros se relajaron un poco y volteandose silvó fuerte, luego volvio a mirar a la niña-. Hasta los mejores guerreros pueden caer bajo una puñalada cobarde, sobre todo si tu enemigo sabe tu debilidad.

Desde detrás de los árboles salieron tres o cuatro hombres, grandes y con armaduras como él de los ojos verdes, ellos caminaban sin prisa hacia él.

-Y ¿cuál es su debilidad, señor? -. Preguntó la niña, que era joven e inocente y veía a esos hombres tan grandes y fuertes que no creía que tuvieran alguna debilidad. El hombre de los ojos verdes abrió mucho los ojos, luego sonrió le sonrió y dijo:
-Las niñas perdidas. Vamos. Te llevaremos a casa. ¿En dónde vives?
-En... en Ka...humm... en Ca... -la niñita sí sabía el nombre de la aldea en la que vivía, pero en ese momento no lo recordaba -. Supongo que en la aldea más cercana.
-La aldea más cercana queda al norte -. Dijo un hombre rubio y con la nariz aplastada. Y todos los hombres dieron un paso en esa dirección.
-Pero, señor... hace tanto tiempo que no veo a mi hermano, él se embarcó con los vikingos y la vida en mi casa es tan aburrida -su voz se volvió un triste susurro, ella estaba a punto de llorar-. No quiero volver a ella si puedo qudarme con ustedes. Navergar por los mares y luchar y tomar lo que quiera y quiero volver a vivir con mi hermano...

A los vikingos esto les causó mucha gracia, viniendo de una niña de no más de siete años.

-¿Quién es tu hermano? -. Preguntó uno de ellos.
-Dagfinnr Magnusson -. Respondió ella y los hombres se miraron y luego echaron a reír.
-Sabemos quien es. Te llevaremos con él -. Dijo otro hombre.
-¿Está bien mi hermano? -. Prenguntó la niña, preocupadísima por la suerte de su hermano mayor, por las risas de los vikingos.
-Claro que está bien. Está con nosotros.
-¡Ah! Entonces bien. Vamos
-Por cierto. ¿Cuál es tu nombre? -. Preguntó el vikingo de ojos verdes.
-Nyssa.
-Es un bonito nombre.
Los colores se sobreponen en el horizonte, ¿quedarán cosas por hacer?
La Luna se alza, una cuna para arrullar, envuelta en llamas de plata, en fuego eterno que sólo brinda luz.
Ilmarinen forjó las estrellas en la bóveda del cielo, ellas resplandecen, se abren en la noche y muestran sus colores.
Pomposa en su simpleza me parece la naturaleza, a veces, cuando la veo muy de cerca.
Las hojas caen al suelo y se marchitan después de un tiempo, obtienen un nuevo color, una nueva textura. Esas hojas me recuerdan que un día también yo moriré.